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Relato ganador del II Concurso literario LGTB de Ojalá: VEN CONMIGO

Este es el relato que ganó el primer premio del concurso. La ganadora ha sido PRISCILA REY ESPINOSA, de Vélez-Málaga, con su relato titulado VEN CONMIGO. ¡¡FELICIDADES!!

En breve publicaremos los relatos que quedaron en segundo y tercer lugar.

Os ofrecemos a continuación el Primer Premio:

VEN CONMIGO

La vida es vertiginosa. Un día abres los ojos, ves el mundo de color de rosa, y al día siguiente los cierras y todo se vuelve negro y opaco, insípido. La vida es así: vertiginosa.

Pero mi vida no era una montaña rusa, era perfecta. Era una chica joven, estaba estudiando la carrera de mis sueños, tenía un novio desde hacía dos años que encajaba como una pieza de puzzle conmigo… no tenía problemas. Aparentemente.

Se acercaba el día de San Valentín, y yo estaba ilusionada. Frank era una persona muy detallista, le encantaba hacerme sentir especial todo el tiempo, cosa que yo le agradecía, y el día de los enamorados no iba a ser menos.

Pero el día 13 de febrero me dejó. Fue fácil, rápido, un corte limpio en la yugular. Mientras él trataba de excusarse inútilmente, yo me desangraba en el portal de mi casa.

–                      Lo siento tanto, Elizabeth… créeme, esto tampoco es fácil para mi, pero no podía seguir en esta situación mucho tiempo más, haciéndote daño… – sus palabras sabían a tabaco y alcohol, y entraron perforando mi cóclea.

–                      Está bien, Frank. Está bien… márchate. – me di la vuelta y subí por las escaleras hasta mi casa.

No podía dar crédito. Frank acababa de dejarme por otra. Y me había sido infiel desde hacía tres meses. Tres largos y felices meses en los que se follaba a dos tías. Cada escalón me recordaba escenas de su largo y torpe discurso, ya que me había quedado en shock en el momento en el que él mencionó la palabra “dejarlo”.

Entré en mi habitación y me tumbé en la cama abrazando al único de la casa que podía comprenderme: mi perrito Sherlock.

Me sentía vacía. Sentía que el único al que había amado en mi vida me había robado toda mi existencia. Mi virginidad, mis pasiones, mis sueños, mi futuro. No era capaz de reaccionar y llorar. Seguía con esa expresión de sorpresa fallida, mis ojos querían salirse de sus cuencas. Recordé a mi amiga Laura, a quien también le habían engañado, pero que tuvo la madurez o ingenuidad de perdonar a su novio. Pensé en llamarla y contarle lo ocurrido, pero sabía qué clase de consejos me daría. “Lizzy, deberías sopesar la situación, quizás con el tiempo podrías darle otra oportunidad, una aventura puede tenerla cualquiera en un momento de bajón, fíjate en Carlos y yo…”. No. Decididamente no estaba para aguantar eso.

Sherlock gimió. Notaba mi estado de ánimo y me lamió en la mejilla. Lo miré durante unos segundos y sonreí a pesar de todo. A veces las amigas no son la mejor compañía en una situación así, los amigos pueden darte mucho más apoyo, sus hombros son más fuertes.

Una hora después estaba sentada en una esquina de la cafetería “Coffee & Cheer up”, un rincón de paz en el centro de la ciudad. Enfrente de mi estaba Ben, mi mejor amigo desde la infancia. Alto, atractivo, pelo rubio y largo hasta las clavículas, ojos turquesa y boca grande. Habría caído enamorada de él desde hacía tiempo si no hubiese sido por un pequeño detalle: era gay. Yo diría que desde el momento en el que el doctor le dio la palmada en los cachetes al nacer. No se le notaba, a veces hasta a mi se me olvidaba, y tenía mucho éxito entre las chicas… y los chicos.

–                      En serio, si hubiera estado presente hago que se trague su propia mandíbula… no tiene ni idea de lo que ha perdido. Pero tú no pienses en eso, tú y yo vamos a pasar mañana un día de San Valentín que no podrá compararse con ninguno de los que pasaste con ese saco de basura.

–                      No, Ben… en serio, no me apetece nada salir mañana. ¿Tú no estabas con aquel chico francés? Seguro que querréis pasar el día juntos, y yo no pinto mucho entre vosotros… – estábamos tan cerca que parecíamos una pareja de verdad.

–                      Lo mío con Michelle caducó hace varias semanas ya, tampoco era nada serio, con lo cual no me afectó demasiado. Mira, tengo dos pases para un concierto que hay mañana por la noche en el “Secret”, toca un grupo de rock que me han dicho que es realmente bueno, seguro que te gusta, no me digas que no porque no tengo otro acompañante, así que no hay más que hablar. – sonrió mientras se acababa su descafeinado.

–                      No lo sabía, ¿cómo se llaman? – eso me animó un poco, si había algo que ese cerdo no me había robado era mi pasión por la música, y el rock me daba fuerzas.

–                      Pues… si mal no recuerdo, era algo como “Girl in a coma”, son de Inglaterra, y canta una chica.

–                      Me lo pensaré, ¿vale? No te prometo nada. – aunque en el fondo tenía un gusanillo curioso en el vientre, y la idea me animaba ligeramente.

Eran las diez de la noche cuando volví a casa. Mis padres habían hecho la cena, olía a pizza por todas partes, pero mi estómago estaba cerrado con candado y no había forma de sacar el apetito, así que puse la excusa de que tenía que estudiar y fui a mi habitación. Entré en Internet y busqué la página web del grupo al que vería la noche siguiente. Tenían colgadas tres canciones de su primer single. Al principio me sorprendí, creía recordar que Ben me dijo que quien cantaba era una chica, y por la voz parecía un chico, pero no. Era una chica de pelo corto y unos 24 años. Las tres canciones me conquistaron, y me fui a la cama con buen sabor de boca. Era extraño, pero hablar con Ben siempre sacaba el veneno de mi interior, y aquella tarde me lo había succionado por completo. Envié a Frank lo más lejos de mis pensamientos y caí en una dulce inconsciencia.

Lo primero que noté fueron voces, cientos de voces diferentes, aclamando. Luego abrí los ojos y vi varios focos que iluminaban a alguien en el centro del escenario. Miré a mi alrededor y vi que estaba en la primera fila de todo un gentío de fans adolescentes. La chica del escenario estaba de espaldas, y al alzar la mano derecha la música comenzó a desgarrar el ambiente.

Alcohol, guitarras, humo, brazos, luces, de pronto un bajo grave, muy grave, gritos, el bombo marcando los latidos de mi corazón, y entonces tras un sinfín de aplausos una voz ronca retumbó en mis oídos. La conexión entre el público y la cantante pasaba a través de mi sistema nervioso con una intensidad indescriptible. ¿Estaba drogada? No lo sabía, todo era excitante, mis rodillas se flexionaban al ritmo de la caja y conocía la canción como si toda mi vida hubiera sido construida con su melodía. No podía apartar los ojos de ella, tan concupiscente cubierta con tatuajes que abrigaban la piel desnuda de sus brazos; tan potente, con esa voz rasgada. Cerré los ojos unos instantes saboreando la situación, me sentía caliente, quería subir al escenario y comerme hasta sus huesos. Era una chica… y yo también. En aquellos momentos eso no importaba, porque sus ojos azules eran lo único a lo que podía mirar, sus ojos azules enmarcados por una melena azabache, corta y rebelde que bailaba a cada movimiento de su cabeza. Me dejé llevar y canté con todas mis fuerzas, entrelacé mi voz con la suya y de pronto gritó saltando del escenario. Sentí cómo el público se convertía en una ola empujando hacia delante, y yo la tenía tan cerca que casi podía saborear su sudor. Sus pupilas se clavaron en las mías y en ese momento supe que me había enamorado. El resto del mundo dejó de existir, sentía que todo se movía muy lento, dejé de escuchar a los fans, el grupo cesó de tocar, y ella seguía mirándome. Sentía que estaba dentro de una fotografía y lo único que estaba enfocado éramos nosotras dos. El resto era un cúmulo de sombras deformes. Quería besarla y eso no tenía sentido. Mi cuerpo no hacía caso a mi cerebro. Ella sonrió y agarró mi nuca, cerré los ojos temblando de anhelo y cuando volví a abrirlos vi la pared blanca del techo de mi habitación.

Parpadeé confusa, mi pulso aún estaba acelerado y noté sudor por la espalda y la frente. Me senté en la cama rápidamente y fui a por el portátil. Había soñado con la vocalista del grupo al que vería esa noche, no cabía duda. Me mordí el labio impaciente. Había sido un sueño y nada más, un sueño extraño sin sentido, ya que a mi me gustaban los chicos. Pensé en Frank y no me produjo dolor alguno. Tan solo había pasado un día, ¿cómo era posible? Seguramente seguía conmocionada.

Cuando por la tarde llamé a Ben y le conté mi fiesta nocturna, a él le pareció el chiste más bueno de la historia, ya que se pasó como unos cinco minutos riéndose a carcajadas. Me recogió a las 9, pero cuando llegamos había una cola particularmente larga, así que nos sentamos a esperar.

–                      Lizzy, por favor, ¿puedes dejar de morderte las uñas? Me estás poniendo bastante nervioso… me cuesta asimilar que estés así por una chica – dijo riendo – aunque imagina hipotéticamente que ella se fijara en ti… ¿la corresponderías?

–                      No, por Dios… o sea, quiero decir, no tengo nada en contra de los homosexuales, ya sabes… pero yo soy muy hetero desde siempre, no me veo ni de lejos con una mujer…

Una hora después el “Secret” abrió sus puertas dando paso a unas 150 personas que se aglomeraron en su interior. Ben me cogió de la mano y, aún no sé cómo, consiguió llegar a primera fila. Observé el escenario y era realmente parecido al de mi sueño, de hecho la escena completa era muy similar, y eso hizo que me pusiera más ansiosa aún, porque en el fondo yo quería que se cumpliera esa noche, y sabía que era imposible. Aparecieron cuatro chicos que cogieron sus respectivos instrumentos, y de pronto comenzaron a tocar una canción. No era la que yo soñé, pero sí la conocía, y ante la expectación de todo el mundo, ella apareció. Esta vez era real, y también era real el deseo que ardió dentro de mi. Por un momento pensé en salir de allí, correr por las calles y olvidarme de ese asunto, pero no quería. Disfruté hasta traspasar el límite, me sentí pletórica y cuando acabó el concierto todo se disipó tan rápido como había llegado. La atmósfera se había roto, y apenas me di cuenta de que Ben había desparecido. Fui a la barra a pedir una copa, y mientras me la servían alguien me tocó la espalda. Al girarme sus ojos azules inundaron mi campo de visión. Distinguí a Ben a lo lejos hablando con el bajista, y me costó tragar saliva. Salimos a tomar aire fresco, y me sorprendí de lo bien que ella hablaba el español. Conectamos al instante, y comenzó a formarse una nube bajo mis pies.

–          Así que tu novio te dejó ayer… vaya, debes estar muy triste, espero que te lo hayas pasado bien durante el concierto. ¿Sabes? Yo también rompí con alguien hace poco, en mi país. No le gustaba que cantara en un grupo, por el tema de los viajes, ya sabes.

–          Eso no me parece justo, si realmente te hubiera querido te habría apoyado… menudo estúpido.

–          Estúpida, menuda estúpida – dijo sonriendo. En ese momento mi expresión tuvo que ser un poema porque de inmediato se quedó un poco en blanco. – Soy lesbiana, ¿tienes algún problema con eso?

–          ¡No! – exclamé demasiado alto. – No, no tengo ninguna clase de problema con eso. De verdad. Lo siento si me ha sorprendido, pero no me lo imaginaba.

Ella sonrió y encendió un cigarrillo. Su sonrisa era muy sexy, y por un momento pensé si yo le parecería atractiva. Con los chicos siempre podía intuir si le gustaba a alguno o no, pero con una chica era diferente. Aunque bueno. ¿Para qué quería yo parecerle guapa a Renée? A mi no me gustaban las mujeres.

–          ¿Tú siempre has sido heterosexual, Elizabeth? – preguntó mientras exhalaba el humo.

–          Pu.. pues sí, que yo sepa. – me pasó el cigarrillo y le di una calada profunda tratando de relajarme. Ella había tenido el cigarrillo entre sus labios, y eso me hizo sentir emocionada. Esa situación me estaba volviendo ridícula.

–          ¿Nunca has sentido curiosidad por besar a una mujer? – me miraba fijamente, me di cuenta de que quizás me estaba lanzando una indirecta y yo no sabía hacia dónde ir.

–          No… bueno, no sé… tal vez, en alguna ocasión.

–          Ya… sabes, Ben me contó lo de tu sueño. – sonrió. – Y me dijo que en el momento más importante sonó tu despertador.

Un instinto asesino se apoderó de mi cuerpo. Iba a matar a Ben, ¿cómo se había atrevido a hablar de ese tema con ella? La conversación había dado un giro y eso me estaba dando un poco de miedo.

–          Qué vergüenza, deberás pensar que soy la clásica fan idiota, aunque nunca antes había escuchado una canción vuestra. – me atreví a mirarla y vi cómo negaba con la cabeza. – pues yo me siento idiota ahora mismo. – volvió a negar y sonrió ligeramente.

Apagó el cigarrillo en el suelo y comenzó a acercarse lentamente. Instintivamente quise alejarme, pero mi espalda chocó contra la pared, y me quedé muy quieta. Me acarició la nuca y un nudo de placer se desenredó en mi estómago. Mi corazón comenzó a acelerarse y mis labios temblaron cuando entraron en contacto con los suyos. Enredé las manos entre su pelo apretándola contra mi. Nunca había sentido algo así, su olor inundaba mis neuronas. Cuando se separó, me apartó el pelo de la oreja y susurró: “Ven conmigo”.