El 2º premio del concurso fue a parar a ADELA MÁRQUEZ ARNAL por su relato MARTINA. Disfrutad de él:
MARTINA
Todo el mundo sabe que un triángulo tiene tres lados y que si uno de ellos desaparece, la estructura se cae y deja de ser una figura geométrica para convertirse en dos líneas sin sentido ni función. Martina, Daniela y Carmen fueron eso, un triángulo. Se conocieron a los tres años, durante el primer curso de la guardería. Pasaron toda su infancia, su adolescencia y su juventud juntas. No había nadie que pudiera destruir lo que ellas habían creado. Eran mucho más que hermanas, lo compartían todo, no tenían secretos. Nadie, ni sus novios, ni sus familias pudieron nunca romper ese hechizo que las unía. Si alguien alguna vez me preguntara qué es la amistad, amistad eran ellas.
Pero la historia que quiero contar no trata de sus experiencias, ni siquiera de esa amistad. Esto que vais a escuchar va mucho más allá.
En el año 1991 la situación era la siguiente: Carmen era una joven atractiva, con una personalidad aplastante y un fuerte caracter, poco preocupada por su aspecto y centrada en conseguir su meta, estudiar derecho y llegar a ser una abogada de prestigio. Martina, de una energía y una belleza escandalizadoras, siempre subida a unos vertiginosos tacones, luchaba, sin descuidar a su novio Miguel, por los derechos de la mujer. Su interés por las ideas feministas ocupaban toda su vida. Por último, Daniela, ahora con un estiloso aspecto bohemio, iba acompañada siempre por su cámara fotográfica y no perdía la oportunidad de capturar con su objetivo cualquier situación casi imposible. Era dulce e inocente. Las tres compartían una alegría y una simpatía arrolladoras. Quizás estos detalles sean irrelevantes, pero me gustaría que os hicierais una idea de cómo eran las tres amazonas, mote que se ganaron a pulso por su pasión hacia los caballos y la equitación.
En fin, como iba diciendo, en ese año algo sucedió en sus vidas, cambiándolas para siempre, aunque aún tendría que pasar algún tiempo para que se hiciera visible. Una noche, mientras bailaban y reían entre copas de vodka y el humo del tabaco, Martina le dio un beso a Daniela. Fue un beso casi imperceptible, del que nadie, ni siquiera la propia Martina, volvería a acordarse al día siguiente. Para todos los que las conocían, bien podría haber sido una muestra de cariño un tanto borracha. Pero para Daniela no lo fue. La bohemia no pudo olvidar nunca esa milésima de segundo en que sus labios rozaron los de su amiga.
Varios meses después, la preocupación de Martina y de Carmen iba en aumento al ver como Daniela entristecía poco a poco. Intentaron hablar con ella en diversas ocasiones, pero siempre evitaba la conversación, algo que hizo que se alejara un poco de las que eran sus hermanas. A finales de año, Martina, desesperada, esperó a Daniela a la salida de su curso de fotografía para abordarla. Entre lágrimas y sorbos de café, Daniela le contó que se había enamorado de Carmen. Que no sabía cómo había pasado, pero que lo que sentía por ella era lo más fuerte que podía llegar a sentir una persona. Daniela se sinceró aquella tarde y sacó todo lo que llevaba guardando dentro durante más de un año.
Desde aquel momento, Daniela volvió a ser la misma gracias a Martina, que se convirtió en su confidente y prometió guardar el secreto. Durante dos años, Martina escuchó las palabras más bonitas y los sentimientos más fuertes que despertaba Carmen en Daniela. Lloraba con ella cuando la situación se hacía más difícil y la fotógrafa creía que no iba a poder aguantar mucho más. Se reían juntas al recordar situaciones y momentos en los que estando las tres, sólo ellas se daban cuenta de miradas y gestos totalmente invisibles a los ojos de Carmen. Se emocionaba al escuchar el amor y la admiración que sentía Daniela. Pero lo que ésta última no sabía, era que Martina, muchas noches, lloraba abrazada a la almohada deseando que algún día, alguien sintiera por ella lo mismo que sentía Daniela por Carmen. Soñaba con que Miguel le dijera aquellas palabras que escuchaba cada tarde. Que alguien fuera capaz de hacer todas las locuras que a Daniela se le pasaban por la cabeza. Se dormía pensando que eso era el amor verdadero.
Después de dos años guardando el secreto, una tarde, Daniela con voz nerviosa y asustada le comunicó a Martina que había decidido contarle todo a Carmen y hablarle de lo que sentía por ella, a pesar de saber que se iba a dar de bruces contra una pared de hormigón.
Tres días después de aquello, Daniela se presentó en casa de Martina, temblando. Aún no había hablado con Carmen pero estaba a punto de hacerlo. Martina, pensando que lo que necesitaba su amiga en aquellos momentos era una dosis de cariño y de ánimo, se abrazó a ella y con la ternura que la caracterizaba le dijo que todo saldría bien, que no se preocupara por nada, que Carmen lo entendería y no se rompería la amistad. Tras unos minutos que parecieron eternos, Daniela tomó aire y decidida miró a Martina a los ojos, antes de besarla con la mayor dulzura del mundo. Daniela jamás estuvo enamorada de Carmen. Había sido Martina quien desde mucho antes de aquel efímero beso había despertado los sentimientos y los deseos de Daniela. Era Martina la persona que había hecho perder la cabeza a Daniela. Fue Martina quien, con su sonrisa y su mirada verde agua, conquistó a su amiga desde la inocencia y la ignorancia.
Aquella noche Martina no pudo dormir nada. Lo único que pensaba era en las veces que había soñado en que aquellos sentimientos fueran hacia ella. Es cierto que nunca imaginó que provinieran de Daniela y para ser sinceros de ninguna otra mujer, pero ¿por qué no? A las pocas horas, consumida por miles de pensamientos y remordimientos, llamó a Daniela, que dormía plácidamente después de haber hablado con claridad tras tanto tiempo.
Martina le contó a Daniela que no había dejado de pensar en sus palabras. Que no iba a dejar de quererla, pero que ella era feliz junto a Miguel, que eso debía respetarlo. Daniela le contestó que tenía las cosas claras, que ella nunca había pretendido influir en sus planes ni cambiar su vida. Y así quedó zanjado el asunto. Las amazonas siguieron con sus vidas y su amistad como si nada hubiera pasado.
Cuando Daniela conoció pocos meses después a Iris, todo empezó a tambalearse ligeramente. La tristeza de la fotógrafa desapareció y nació una bonita relación entre ella y aquella chica de piel morena y ojos oscuros. Todo volvió a ser perfecto para las tres amigas. Al menos eso era lo que se veía desde fuera. Sin embargo, a medida que la felicidad de Daniela aumentaba compartiendo su vida con Iris, Martina dejó a Miguel, consumida por los celos. Y no es que su novio la engañara con otra, es que no soportaba ver a Daniela y a Iris juntas. La situación hizo que Martina abandonara parcialmente a sus amigas. Dejó de acudir a las cenas, a los cafés e incluso a las fiestas a las que las invitaban. Evitaba coincidir con Daniela en cualquier lugar y cuando se encontraba con Iris, no podía esconder su rabia. Poco a poco fue asimilando lo que le pasaba. Daniela había conseguido enamorarla sin ni siquiera pretenderlo. Y debía decírselo. Debía hablar con ella antes de que fuera demasiado tarde y la relación con Iris llegara más lejos.
Lo mejor que pudo pasarle nunca a Martina fue enamorarse de una mujer, enamorarse de Daniela. Y estaréis pensando que por qué sé yo todo esto. Bien, me llamo Lucía. Tengo 15 años. Mi madre Martina se casó con mi madre Daniela un año después de gritarle en plena calle que la quería, que dejara todo y se fuera con ella. Fueron las dos novias más guapas que jamás hayan existido. El embarazo de Martina y la sonrisa de felicidad en el rostro de Daniela por su futura maternidad hicieron que aquel día las dos brillaran con luz propia.
Si algo he aprendido en mi corta vida gracias a ellas es que no hay nada más puro y más bonito que el amor entre dos mujeres.